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Un ojo que se despierta cuando aún la ciudad duerme su noche, poblada de fantasmas y fantasías … y aguarda, aguarda hasta que la luz se hace presente y el bullicio se apodera de las calles. Un ojo que nos ha atrapado desde el primer momento por esta forma de hacer, entretejiendo palabras, melodías y estas capturas, a veces borrosas pero necesarias, como testimonios inevitables de que Amanece, siempre Amanece.

En este puente entre el sueño y la vigilia el autor nos abre la puerta a un mundo donde se desdibuja lo real, entre recuerdos y voces que conversan sobre lo cotidiano, dislocan el espacio y nos trasladan hacia playas y habitaciones de la infancia, juegos y amores.

Una excelente poetografía, con una encuadernación que hace honor a la obra.

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Marcelo Pastor

 Montevideo, Uruguay

 

Sobre el autor

En algún lugar alguien aguarda el amanecer. Aguardar es una palabra hermosa que viene de la cuna de los guardianes, de los que cuidan. Un ojo que se despierta cuando aún la ciudad duerme su noche, poblada de fantasmas y fantasías … y aguarda, aguarda hasta que la luz se hace presente y el bullicio se apodera de las calles. Un ojo que nos ha atrapado desde el primer momento por esta forma de hacer, entretejiendo palabras, melodías y estas capturas, a veces borrosas pero necesarias, como testimonios inevitables de que Amanece, siempre Amanece. Una percepción atenta y sensible más allá de lo evidente puede intuir la intensidad emocional de un hombre que se despierta y celebra el acontecimiento de un nuevo día … y lo comparte, tal vez para despertarnos en un sentido más grande que el mero abrir los ojos. El privilegio de ver la luz, de sabernos vivos, nos toma por completo en estos gestos matinales.

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